En efecto, después de que lo abrí y supe que ella se moría y él no (que yo no me moría, que la historia pa’ mí no se acababa), eso fue todo,
el resto fue pura literatura.

De repente toda la realidad, o todo el ojo de la realidad, más bien,
hizo un enorme y descomunal guiño,
o algo así.

Es terrible descubrirse, con sus calles, sus discos y sus autores,
aunque no sean los que uno caminaandaescucha ahora,
pero descubrirse.
Pensé que entre eso y un Z. todavía más joven que se decida a poner en las vitrinas a nuestros poetas medios secretos, las paltas, los profes de música haciendo música hermosa solamente para nosotros y los cuentos menos conocidos de los autores conocidos (no olvidar a Lina y a Marcelo); entre eso y esto, hay un paso, una micra, una nada.

Y, sí, tuve miedo.