La ciudad es toda una gran foto, una gran pintura,
que se va digregando en pinturas pequeñitas, bifocales,
o rectangulares en un marco,
impresa la realidad en un papel brillante, mate o en una pantalla de cristal líquido.

La realidad es una gran ventana hacia algún lado,
hacia un lado que intuyo pero que no sé,
hacia un espacio que desborda el marco negro que le planto encima para que se parezca a una foto y verlo así, de dos en dos dimensiones.
No me alcanza para más.
Pero si te asomas la ventana está como rebosante, el marquito negro no te alcaza, no te atrapa;
y es como que la realidad y tus fotos hicieran un pacto,
y de foto en foto te prolongaras para siempre,
de palabra en palabra.

Para siempre.


(eso, y la lucidez sencilla del Manuel García)