Empujados a la vida. Lanzados a la existencia aún antes que al aire libre. Primero al agua, luego a una vida seca que busca el agua.
Aparecidos, llegados de ningún lado.

Cuando la gente pregunta por el sentido de la existencia da como risa, una risa terrible y negra (qué va a tener sentido esta huevá, mejor dése cuenta ahora mismo) En todo caso, lo mejor que existir tiene, viene también dado por esta condición. Usté no viene obligado a nada, usté viene a vivir; sin pecados de origen, sino precisamente para ser original en el pecado. Nadie me hizo la más mínima pregunta, todo apareció y sigue apareciendo en pura contingencia.

Y hay algo así como un peso que aplasta y como que ahoga. Quizá por eso buscamos el agua, para ahogarnos de manera, por así decirlo, más natural. O porque libera del peso, de un peso que se diluye a partir de nuestros padres, el azar y el yo mismo que insiste en seguir viviendo. Tampoco el suicidio se puede defender, hasta Cioran murió de viejo, todo cagado de miedo: aterrorizado el muy tramposo. Quiero volver al agua, parece.

Un giro inesperado: Las señales bioquímicas que definen los ejes dorso-ventral y antero-posterior en el embrión en desarrollo están finamente reguladas, y dependen en último término de la zona del oocito por donde haya sido fecundado por el espermatozoide. La manera como se duplican las células y se distribuyen los tejidos de ahí en adelante define al lado de la fecundación como dorsal, de modo que podemos seguir el punto de entrada del espermatozoide hasta el embrión de varias semanas y reconocer que esa zona da origen a la espalda.

Ya me esperaba algo así y esto es ya decirlo todo, no sólo somos arrojados a existir, sino encima somos apuñalados con la existencia por la espalda.