(“the embodied mind”)


¿dónde hallar las preguntas adecuadas
y los medios más lúcidos para hallar sus respuestas?

“Volver a las cosas mismas”, citabas a Husserl. Tantas veces me he acordado de ti en estos años de buscar respuestas con medios adecuados e inadecuados, he intentado dar el paso atrás y mirar el fenómeno para que hable con su propia voz, sugiera un método, una técnica para agarrarlo y comprender cómo, dónde, para qué.

Hacerme estas preguntas es volver a la pieza de mi viejo hace cinco años cuando me dijo que te habías muerto. Había como una complicidad en eso, él entendía que la noticia de que te morías era causa de una tristeza inmensa, y que esa tristeza inmensa ante la muerte volvería en unos meses al evocarlo a él mismo. Sabía que casi no hablarían de ti en las noticias y supo que se había enterado solo para mí. Es como cuando Bertoni bajó a comprar empanadas en Providencia, entró a una iglesia y se encontró con el cadáver de Rodrigo Lira adentro de un ataúd. Redes tejidas para atrapar momentos negros como túneles. Casualidades sucias y malditas. Café que no nos tomamos porque no alcanzaste a venir otra vez a Chile.

Yo también lo busco, Pancho, yo también quiero encontrarlo. Lo que sea que haya ahí, en el cuerpo animado por la vida, en el cerebro rebosante de actividad eléctrica y de circuitos. Yo también quiero saber, y me pregunto todas las mañanas dónde está, cómo funciona, cómo hallarlo. También me pregunto qué habríamos hablado en ese café que no alcanzamos a tomarnos porque se te ocurrió morirte antes de tiempo, para fundirte a la fuente que te sostenía, para desaparecer envuelto en lo que amaste.

Yo también voy a buscarlo hasta el abismo, profesor, a este jodido fenómeno profundo e inasible. Yo también voy a gastarme en observar y entender esta mente encarnada, este cerebro inquieto que me empuja a acordarme de ti esta mañana de Mayo, análoga a la última, un poco menos fría, un poco menos lejos.

Y funcionará, y si no qué diablos, no dejaremos de buscar.