“Dijiste media verdad,
dirán que mientes dos veces
si dices la otra mitad”
–Antonio Machado.

1. Me dijeron que el fin de semana recién pasado iba a haber unos terremotos horribles que afortunadamente no hubo; pero así y todo, mucha gente anda hablando de derrumbes. El sociólogo del CIES Alberto Mayol dice que es el modelo económico el que se derrumba, que eso está detrás de la crisis que terminará por azotar todos los ámbitos de la sociedad occidental.

Eduardo Galaz del ISUC lo contradecía hace unos días en una columna, caracterizando una crisis que por su mecanismo en realidad no es el derrumbe de nada. Yo estos días he pensado que las calles huelen a algo que se derrumba, pero lo mismo siguen llenas las multitiendas y las filas de los bancos. No es el modelo económico el que se derrumba, sin duda. Yo creo que lo que se ha quebrado de manera aparentemente irreversible es la confianza.

2. Yo todavía me fío de casi todos, porque fiarse es gratis y eso siempre es tan aliviador. Aunque algunas veces es de noche y temo que me asalten o, mucho peor, que asalten a mi mujer. Temo que algún idiota se pase con luz roja, que alguien se enoje con mi humor de automovilista, se baje y me saque la cresta.

Así y todo, creo que la mayor parte de las veces prefiero fiarme de mi buena suerte y de las buenas intenciones del vecino; pero entiendo perfectamente que otros no hagan lo mismo, porque la con-fianza es una relación que se construye. Es un vínculo que emerge en la experiencia de relacionarse con la enorme diversidad de otros, en la experiencia de fiarse y que a veces te traicionen. Para que entre dos haya confianza, hay que criarla.

3. La filtración de la inocentona presentación en que José Agustín Muñiz le enseñaba los principios propagandísticos de Joseph Goebbels a los jóvenes gremiales de la Fundación Jaime Guzmán nos recordó que la maña y la mentira han ido encontrando y validando electoralmente su lugar en la estrategia política. No sé cuales habían sido exactamente sus intenciones iniciales (su biógrafo Longerich dice que el narcisismo de Goebbels era del terror), pero dichos principios parecen hoy en día más una descripción del estado del arte que un manual con ideas nuevas.

No me extraña que haya necesidad de enseñarle esos principios a los jóvenes militantes como parte de la descripción de un mecanismo que opera en la práctica. No me sorprende, pero me parece terrible y sintomático: el primer sitio donde la confianza se ha derrumbado es en la esfera pública. Esos principios, no importa si describen o si norman, no importa si los pensó Goebbels u otro, no importa si se los explicaron a los guzmancitos como ejemplo o como contraejemplo de la comunicación política; esos principios nos han hecho desconfiar de la Fundación Jaime Guzmán, porque esos principios nos enseñaron a desconfiar de todos.

Lo que Goebbels advierte, en el fondo, es que la propaganda nos manipulará tanto la cabeza que ya no sabremos distinguir la realidad de la imagen falsa: la mentira y la verdad serán de quien controle los medios de comunicación. Y esa profecía nos mató.

4. Nos habíamos acostumbrado. No creímos en los diarios ni en los noticiarios. Le pusimos protecciones a las ventanas, la municipalidad compró patrullas y chalecos antibalas, dejamos de creer las promesas electorales y no nos importó. Justificamos la infidelidad (dijimos que si es con la Josefina Montané quién puede culparte) y al mismo tiempo contratamos detectives privados y psíquicas para vigilar al marido, tratamos de endeudarnos poco porque sabemos que nos van a cagar con los intereses. Naturalizamos la desconfianza hasta que se coló en lo sagrado, en la peor pesadilla, y todos los cuidadores, profesores y curas podían ser agresores sexuales de nuestros hijos.

Nos dimos cuenta de repente, de un día para otro, que había historias de décadas de abuso. La pesadilla floreció desde las poblaciones hasta los palacios, tuvo como protagonistas a niños pobres y niños ricos, a padrastros desempleados o a obispos amigados con la elite. Nos indignamos, lloramos de rabia y endurecimos la ley. Ahora sí que nos dolió que la confianza se derrumbara hasta con nuestra última reserva moral, los niños. Pero no es un derrumbe nuevo, es el mismo derrumbe que dejamos avanzar desde la trizadura chiquitita, que se rajó con Goebbels en la Alemania nazi y que apenas hace unos meses nos hizo estallar a Karadima y a tantos más en la cara.

5. Es que no sabíamos confiar, y no aprendemos todavía. Y mientras sigamos parchando nuestra crisis de confianza, seguirá derrumbándose y cayendo sobre nosotros.

Tres trampas: Primero, creímos que podíamos sobrevivir construyendo ghettos, confiándole nuestra vida entera, nuestras decisiones y nuestros niños a los líderes poderosos de la tribu. Ellos nos iban a proteger contra todos los demás. Pero en vez de eso, alguno de ellos nos traicionó, nos manipuló, sacó partido de nosotros. Karadimas o como se llamen, nos hicieron caer en la cuenta de que no podemos cederle toda nuestra hambre de confianza a una casta de elegidos.

Segundo, pensamos que la transparencia masiva y total nos salvaría. Nos aburrimos de los conflictos de interés y entonces pedimos que toda la información estuviera disponible, como si eso pudiera protegernos. Millones de archivos con millones de datos que nadie jamás consultará, porque cuando toda la información está disponible es como si fuera oscura, imposible de hallar. También eso fue una trampa.

Y tercera trampa, la paranoia a la que asistimos actualmente. Pensar que no puedo fiarme de nadie, porque todos son peligrosos, todos son violentos, delincuentes, perversos o aprovechadores.

De ninguna de esas maneras reconstruiremos la confianza. Para volver a confiar hay que arriesgarse con lucidez, primero pasitos de guagua, después dar el salto y caer en tierra firme. Encontrar quienes son sujeto de mi confianza, dejar que otros confíen en mí. Sin confianza no se puede vivir.

6. Parece difícil y riesgoso, pero nuestro cuerpo está hecho para la empatía. En un par de lugares del cerebro, de hecho, existen grupos de neuronas que responden idénticamente a las acciones propias o las de otros. Podríamos decir que el “Sistema de Neuronas Espejo” es el órgano sensorial de la empatía y por lo tanto de la confianza, y del mismo modo su función no viene inscrita y lista para usar desde el origen.

Las neuronas espejo funcionan como una memoria de empatía, son parte de un proceso histórico siempre en construcción, siempre cambiando, y se vuelven funcionales solamente en la medida que la experiencia singular de estar frente a otro va moldeando sus conexiones. Es bueno saberlo: la mayoría de los seres humanos nos damos cuenta de las emociones que el otro experimenta, empatizamos con sus cambios físicos, con sus gestos faciales, con la posición de su cuerpo y reconstruimos su estado en nuestro cerebro.

Sabemos como se siente el otro y muchas veces sabemos también cuando nos miente. Podemos decirle al que está enfrente: “Sé cómo te sientes, sé que me estás mintiendo. Déjate de mentir”. Qué liberador suena.

Así las cosas, ¿por qué atemorizarse de los otros como si fueran enteramente ajenos?, ¿por qué pensar que construir relaciones de confianza es pura suerte?, ¿para qué encerrarse, si es afuera y frente a otros donde aprendo a confiar?, ¿por qué no entrenarse en el arte de la confianza lúcida que libera y habilita para vivir?.

7. Una de las pocas cosas en que la gente confía en estos días es en su cerebro, quizás porque la dureza del cráneo les da la impresión de ser una fortaleza inquebrantable. Ya que la ciencia y la cultura aún lo atesoran como un símbolo de lo más propio y original, usted aproveche y úselo para la libertad.

Que para eso es.

Original: El Dínamo. 5 de septiembre, 2012. http://www.eldinamo.cl/blog/dejate-de-mentir/