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LA PETICIÓN

A comienzos de marzo recibí una invitación de un par de periodistas del grupo El Mercurio para participar con una entrevista en una nota que preparaban sobre las diversas aristas argumentales del debate sobre aborto y el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo en 3 causales, actualmente en trámite en el parlamento. Querían aprovechar de poner la discusión sobre aborto en el contexto de otras discusiones catalogadas como “valóricas” y darle voz a algunos puntos de vista diferentes a los que han sido típicamente expuestos.

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Por supuesto, les envié mis respuestas apenas pude. Traté de ir al hueso, ser honesto, sembrar una que otra cuña usable; pero sobre todo, abrir la cancha en un debate que está caracterizado por la torpeza que han mostrado los parlamentarios al argumentar. Hablar con una misma narrativa política y social de derechos reproductivos, drogas y familia; temas que por alguna razón, el equipo quiso poner en la misma nota. Tres o cuatro días después, vi estas dos notas aparecer en EMOL.

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Lamentablemente, no se reprodujo ni una palabra de mi entrevista en la nota (que pueden leer aquí, para apreciar la profundidad lograda por Millaray Lezaeta y Verónica Marín). Me pareció tan impresentable, que les escribí con todo respeto para saber si pretendían hacer algo con la entrevista que les dí, y qué había pasado. Una de ellas me respondió que “por temas de espacio y edición no pudimos agregar lo que nos compartiste”. Habiendo pasado un mes, supongo que ya no hicieron nada con la entrevista, y para que no se pierda les cuento esta historia y la publico yo mismo.

Porque si en El Mercurio se negaron tan anómalamente a usarla, algo bueno debe tener.

SOBRE ABORTO

—¿Por qué te opones al proyecto que despenaliza la interrupción del embarazo en tres causales? ¿Podrías detallar el argumento con cada una de las causales?

Lo que me parece desprolijo del proyecto es que no conquiste un verdadero avance en ninguna de las materias que hacen necesario legislar con urgencia en materia de interrupción del embarazo. El mismo proyecto de ley plantea en su introducción la realidad oscura del aborto inseguro, en condiciones de insalubridad que arriesgan la salud de las mujeres y que más encima las hacen objeto de persecución penal, como si ya pasar por ese trance no fuera suficientemente victimizante. Pero la mayor parte de esos abortos ilegales no son por estas tres causales, sino típicamente por coerción del entorno, violencia doméstica e incertidumbre económica. Esos abortos ilegales seguirán ocurriendo y sus víctimas seguirán siendo re-victimizadas por un sistema penal que las considera infractoras de la ley antes que víctimas de las circunstancias que las llevaron a abortar. Este no es un proyecto de ley dirigido a la despenalización.

Este es un proyecto de ley dirigido a la eximición de la obligación legal de llevar a término un embarazo, y eso es algo que debería poder discutirse en Chile de forma abierta y sin necesidad de trincheras. Como ha dicho Carlos Peña en este mismo diario: el heroísmo no puede ser obligatorio. De hecho, se supone que nuestra legislación contempla la posibilidad de interrumpir legalmente un embarazo cuando es consecuencia de un tratamiento necesario para resguardar la salud de la madre. El problema es que lo hace de manera muy ambigua y dejándole al médico toda la responsabilidad de decidir cuándo la condición médica amerita o no el procedimiento, lo que puede tener y ha tenido consecuencias brutales sobre la salud de mujeres atendidas por médicos negligentes, constituyendo una forma de violencia obstétrica. Este proyecto no resuelve este punto, pues no supone un mecanismo de gestión autónoma del riesgo. Y esta causal es clave, porque bastaría tener una buena legislación al respecto para cumplir con los pactos internacionales: la mitad de los países del mundo tienen a esta causal como la única en la que el aborto está indicado.

Respecto a las otras dos causales, referidas a embriones que no sobrevivirán fuera del útero o que son consecuencia de una agresión sexual, queda la sensación de estar respondiendo con una solución de ultima ratio a dos tremendos desafíos de política pública mucho más complejos. Quiero decir, ¿cuán libremente se puede tomar la decisión de interrumpir un embarazo si no hay alternativas de igual factibilidad? Un proyecto de esta naturaleza que no incluya un acompañamiento más amplio que solo ayudar en la toma de decisión, sino que ayude a sortear el momento vital, financiamiento público a los cuidados paliativos perinatales y a tratamientos in utero que puedan aumentar las expectativas de vida de patologías que pronto podrían dejar de constituir inviabilidad, mejores políticas de confidencialidad y cuidado para víctimas de abuso sexual, desarrollo de tecnologías que permitan adelantar el parto viable cuanto sea posible, legislación respecto de maternidad sustituta y adopción prenatal; en síntesis, un proyecto que no ofrezca alternativas, es un proyecto superficial, que no busca resolver la problemática del embarazo vulnerable, sino dar una salida de emergencia. Esa salida no puede ser la única. Porque resulta que es justamente la ausencia de alternativas lo que resulta opresivo para las mujeres chilenas, la idea de que el costo de llevar adelante el embarazo debe ser asumido solo por ella, como si pariera para ella. No, criar no puede ser un peso que caiga sobre las mujeres, debemos caer en la cuenta que, como dice el proverbio africano, “toma un pueblo entero criar un hijo”.

—¿Debe penalizarse con cárcel el aborto si en la mayoría de los países del mundo está permitido el aborto terapúutico?

Creo que este no es un asunto de derecho comparado. Se trata de reconocer que una mujer que ha vivido un aborto es típicamente una víctima y es injusto que sea re-victimizada por la acción penal.

—¿Justificarías en algún caso la realización de un aborto? ¿En cuál?

En lo personal, creo que cuando la vida de una mujer o su salud reproductiva están en peligro, el protocolo debe permitirle tomar la responsabilidad en la gestión del riesgo clínico. En ese caso la interrupción del embarazo es tan indeseable como en cualquier otro caso y debe poder hacerse todo lo posible para lograr la sobrevida del hijo; pero si esto no fuese posible, no es aceptable que tengan que morir ambos. Y ese punto clave, de no retorno, debe ser decidido informada y libremente por la mujer.

Hay otros casos, no casos teóricos, casos vividos por mujeres de carne y hueso, que no me atrevería a juzgar. Y no es que los “apruebe”, pero no sería capaz de simplemente invalidar la experiencia de alguien que la narra con su propia voz. Eso también es sagrado.

SOBRE DESPENALIZACIÓN DE LA MARIHUANA

—¿Estás a favor o en contra de despenalizar el consumo de marihuana? ¿Para todos los fines sólo para uso medicinal?

Me parece que la disponibilidad de marihuana para menores de edad es nociva y tiene efectos devastadores sobre su salud mental. Soy consciente de que la adicción a drogas es un problema relevante de salud pública, incluso en el caso de la marihuana que tiene un muy bajo potencial adictivo. Pero aún así, estoy a favor de despenalizar el consumo por los efectos sociales que eso trae: principalmente, la caída de los carteles de tráfico que hacen que el problema policial del tráfico de drogas recaiga exclusivamente sobre la población más vulnerable. Creo que no solo hay que despenalizar, sino legislar bajo qué régimen se pone a disposición de los adultos de modo que se desincentive el tráfico ilegal.

—¿Has fumado alguna vez?

Sí. Siempre compartida por autocultivadores, porque no me parece lógico arriesgarse a lo que puede venderte un delincuente. Y a pesar de eso, sé que al responderte esto estoy confesando haber infringido la ley 20.000, imagínate qué absurdo.

SOBRE MATRIMONIO IGUALITARIO

—¿Estás a favor o en contra de que parejas del mismo sexo puedan casarse? ¿Por qué?

Absolutamente de acuerdo con que toda pareja de ciudadanos de nuestro país pueda contraer matrimonio bajo sus leyes. Porque más allá de lo que tú o yo atribuyamos al matrimonio en términos rituales, reproductivos o religiosos, nadie sabe mejor que una pareja cuál es el marco legal que quieren dar a su relación familiar. Para muchos no es tema, pero si para alguna pareja contraer matrimonio ayuda a saldar la deuda brutal de discriminación de la que han sido víctimas, eso es para mí motivo suficiente. ¿Qué nos cuesta?

—¿Deberían las parejas del mismo sexo poder adoptar a un hijo?

Sin duda. La evidencia internacional es inequívoca en señalar que el “éxito” de la crianza depende de las condiciones psicológicas de los padres y su compromiso con la paternidad/maternidad, y no con su orientación sexual. Cada familia que recibe un hijo debería ser juzgada con los mismos criterios. Hoy hay muchísimas familias esperando adoptar, y nuestro gran problema son más bien las condiciones que hacen a muchos niños no-adoptables. Ese es un problema que resolver urgente.

 

Por alguna razón esta entrevista no fue publicada por las periodistas que la solicitaron. Juzgue usted.