Trabajadores-de-la-Hospital-UC-se-toman-la-Alameda-tras-11-dias-de-huelga206

1. La huelga de los sindicatos de la red Salud UC lleva 15 días y contando. Rondan la Casa Central, acampan frente a la puerta, paralizan la Alameda a las siete de la mañana, cantan y bailan su petitorio bajo el sol abrasador en las puertas del Hospital Clínico UC, que es algo así como la capital de la red de salud privada más grande del país. Les parece ofensivo un reajuste salarial de seis lucas para una empresa que ha crecido enormemente en los últimos 10 años y que está a punto de cerrar una venta del 40% que les daría entradas por más de 140 millones de dólares. Los veo pasar bajo mi ventana o bailar al calor de las 5 de la tarde y algo resuena adentro junto con los tambores. Me pasa lo mismo con la huelga de funcionarios de Correos de Chile, con las huelgas de hambre mapuche y me pasó en cada marcha convocada por los estudiantes en los últimos dos años.

2. Las causas últimas de estas huelgas -de todas las huelgas- son quizás las mismas: la tensa desproporción entre el crecimiento de la empresa y el incremento ridículo del salario de sus trabajadores, la distancia entre el crecimiento económico de un país y su reflejo en la calidad de vida de sus habitantes, la diferencia entre las abultadas ganancias de las isapres y la magra cobertura de los planes de salud. Dicho en simple, no solo la desigualdad instalada desde antes, sino la desproporción en el reparto de las utilidades que agrava y agrava esa desigualdad todos los días.

3. Las huelgas son molestas para todos. Los trabajadores quieren hacer su trabajo y la cantidad de pega acumulada a la vuelta lo hará todo más difícil, los pacientes queremos ser atendidos a tiempo, los transeúntes nos vemos envueltos en boches y riesgos que no buscábamos. Nadie quiere las huelgas, pero empatizamos con ellas porque de algún modo todos estamos a punto de mandar a alguien a la cresta, de rebelarnos contra el sistema, el empleador, el gobierno de turno o los seres queridos. A todos nos cuesta pagar las cuentas o nos costará muy pronto, todos trabajamos en un rubro en que hay vicios y algo que no funciona bien, todos pasamos temporadas en que nos deslomamos trabajando sin ver jamás los frutos. El peligro de que las ansiedadades cotidianas se acumulen nos acecha a todos, y si no encontramos el modo de reparar sus causas terminará por estallar en una enorme crisis de angustia. Las huelgas son eso, estallidos de angustia con banderas, gritos, marchas y tambores.

4. Cada huelga de una empresa en particular, y sobre todo cuando dura y dura sin resolverse, anticipa la angustia que acecha al país entero y quizás a la sociedad occidental entera. Suponer que se puede sostener un mundo de fiera competencia y obscena desigualdad, donde el valor generado por todos se lo reparten unos pocos, es simplemente ridículo. La ansiedad sostenida y restregada en la cara acabará por hacer estallar el llanto de los pueblos. Y sabrán que no exagero, porque ya países enteros (Argentina, España) marchan por las calles exigiendo cambios y de hecho el pasado 14 de noviembre todo el continente europeo sufrió los efectos de una gran huelga. Cuando la opresión acumulada estalle a escala planetaria, ¿habrá ansiolíticos o antidepresivos que puedan manejarla?. Temo que el stock de las farmacias solo alcance para unos pocos. Y no me sorprende.

5. En las próximas semanas, la anestesia de la Teletón y de la Navidad bajarán las pulsaciones de nuestro país. El verano nos ventilará un poco, será tiempo de hacer picnic en el bosque o en el parque, y de ir a la playa o mojarse con el grifo. Pero falta solamente un año para las elecciones presidenciales y desde marzo la ansiedad se hará muy patente. Florecerán muchas más huelgas, en abril volverá fortalecido el movimiento de estudiantes, crecidos movimientos sociales incomodarán al gobierno. Algo tendrán que decir los candidatos presidenciales y parlamentarios, ya no les bastará con sonreír o usar cuñas. Quizás los partidos y los no-partidos tendrán que salir a la calle a buscar recetas para enfrentar la epidemia. Todos los que ejercen un cargo de representación popular tendrán que convencer y convocar, tendrán que  comprometerse con la salud de su pueblo, al borde de la angustia. Tendrán que arriesgarse.

Porque el bullicio de la huelga acá en el Hospital Clínico UC es solo una muestra pequeña, un adelanto. Y por mucho que me joda la bulla y la multitud, estoy a punto de salir con mis propios gritos, con mis propios tambores, con mis propias banderas.
Y, créanme, no voy solo.

Fuente: El Dínamo, 23 de noviembre, 2012.  http://www.eldinamo.cl/blog/todos-somos-huelguistas/