Man-Of-Steel-2013-Superman

1. Es impresionante cómo nos voló la cabeza la trilogía de Batman dirigida por el geniazo de Chris Nolan. Yo creo que la vería completa varias veces de nuevo. Ahora que concluyó, tratamos de sanar nuestra orfandad esperando la nueva versión de Superman que produjo Nolan y dirigió Zack Snyder.

De la mano de Marvel Comics, también hemos visto entrar en escena a Hulk, Ironman, Thor y Captain America, y después dar un gran golpe todos juntos en “The avengers”. Por último, entre las películas populares del último tiempo, me acuerdo de “Watchmen”. Y lo que quiero decir con esto es muy simple: Hace tiempo que al mundo le hacen falta héroes.

2. No digo que tengamos Batmanes ni Súpermanes, pero nos hacen falta hombres y mujeres con la radicalidad de Michimalonko, Leftaro y Guacolda, Manuel Rodríguez, Paula Jaraquemada, Arturo Prat Chacón, Alicia Cañas, Clotario Blest, Alberto Hurtado sj, Radomiro Tomic, Salvador Allende, Bernardo Leighton, Raúl Silva Henríquez o Enrique Alvear. Hombres y mujeres inspirados por algo más grande que ellos mismos, dispuestos a salir de su interés particular para entregarse a lo comunitario.

Algo nos pasa que ya no nos atrevemos a su tono de voz, ni a su testimonio profético, valoramos extraordinariamente la capacidad de negociar y encontrar posiciones de consenso. Ya no hay discursos que nos hagan arder el corazón, o hay muy pocos, y quizás una de las crisis más difíciles que enfrentamos en estos días sea justamente una crisis de radicalidad.

Por eso Chávez sigue siendo reelecto. Porque aunque sea un caudillo con brotes dictatoriales y megalómanos, ha estado dispuesto a ser lo que el pueblo Venezolano necesitaba. Serán ellos los que decidan cuando ponerle fin al episodio y solo ahí Chávez terminará de demostrar si su vocación era el heroísmo o la egolatría.

Mejor aún, por eso la notoriedad de Pierre Dubois en la semana de su muerte, porque muere uno de esos héroes que nos hacen falta y con su muerte queda en sombría evidencia la radicalidad que nos falta para poner el pecho a las balas y a las piedras, vengan de donde vengan. Y por eso también la celebración de su funeral es una fiesta enorme, porque nos vemos las caras y descubrimos que somos hartos, que todavía queremos ese mismo mundo compartido, gratuito y libre para todos.

3. Hay una semilla de radicalidad en las marchas de estudiantes. Enfrentados a una injusticia que margina a los que no tienen dinero para pagar por educación de calidad, ellos piden una solución radical: gratuidad y calidad para la educación de todos los chilenos. Frente a una política de consensos y empates, ellos los han mandado a todos a la cresta por amarillos.

Hay una semilla de radicalidad en las minorías sexuales. Sobre todo entre quienes están dispuestos a arriesgar su capital social para favorecer un cambio cultural que ponga fin definitivamente a toda forma de discriminación. Y más aún la hay entre los padres, madres y hermanos muy conservadores, que han cambiado de opinión cuando les ha tocado, y han terminado renunciando gratuitamente a todos sus prejuicios para amar sin poner condiciones, con verdad y con libertad a sus familiares homosexuales. Cuando la realidad consiste en un encuentro personal, la semilla brota hasta en el terreno más árido.

Hay una semilla de radicalidad en los ciudadanos que piden más participación, en los candidatos independientes a cargos de elección popular, en los ciclistas furiosos, en los científicos, en los artistas, en los profesores que se cansan y se jubilan sin que se les pague la famosa “deuda histórica”.

Y la misma semilla a veces parece estar en los gobiernos cuando en su etapa de instalación prometen que la alegría ya viene, o que creceremos con igualdad, o que gobernarán con excelencia tecnocrática, aunque después se desinflen en la cotidiana tarea de consensuar lo posible. Está a veces en la jerarquía de la iglesia católica, cuando la Conferencia Episcopal se decide a pedir perdón a los excluidos y a buscar todas las maneras posibles de renovar su compromiso con los pobres y marginados para recuperar la credibilidad. Claro que está la semilla de radicalidad.

4. Pero la semilla de radicalidad no brotará desde ahí. Se nutre y se riega con las marchas, los discursos, las cicletadas y las campañas creativas; pero no es ahí donde brotará. La radicalidad que nos hace falta no vendrá del gobierno, ni de las organizaciones, ni de las jerarquías de las iglesias, no vendrá del poder. Porque el heroísmo no viene desde arriba, sino desde abajo. No es heroico animar a las masas, escribir columnas o levantar la voz en un debate televisado.

Lo heroico es trabajar como perro, hacer frente a la pobreza, indignarse y aún así seguir amando con generosidad, mirar a los ojos, llorar en público, separar a los que se agarraron a combos. Lo heroico es el sitio donde la humanidad se proyecta más allá de lo que creyó posible, se empina hacia lo mejor de sí misma o más allá. Ser héroe es reconocer lo que hay de divino en uno, sin olvidar la vocación de ser hombre de la tierra.

Entonces sí se puede levantar la voz, dar testimonio profético y ser celoso con la justicia. Porque el heroísmo solo es hondo y verdadero cuando brota de la suma de muchas valentías cotidianas y cuando se encarna en decisiones simples y concretas. Por eso el héroe no es ni puede ser primero el amo que ha venido al rescate, sino el último servidor devenido en caudillo de su pueblo.

5. La semilla de radicalidad solamente brotará si nosotros, uno por uno o colectivamente, la hacemos brotar. No podemos exigirle a los políticos, ni a los obispos más radicalidad de la que nosotros estamos dispuestos a encarnar.

Si hubo un Leftaro o un Raúl Silva Henríquez, fue porque muchos otros héroes de su tiempo los animaron y los enviaron a tareas que les hicieron arder el corazón. No los dejaron solos ni les permitieron claudicar. Por cada amigo aterrorizado que sugirió abandonar, había otros muchos dispuestos a seguir adelante, crecer en riesgo y valentía para cambiar la historia. Es eso lo que los hizo héroes, no la picada de una araña ni un disparo de rayos gamma, sino una comunidad de hombres y mujeres que crecieron junto a ellos en radicalidad.

6. Porque nuestros líderes no son nuestros jerarcas, cortémosla con las herencias de la monarquía. Son vicarios que reciben su poder del pueblo al que representan. Obispos, alcaldes y presidentes, tienen poder porque nosotros se lo hemos encomendado con un voto de confianza.

Para que sean héroes y cambien la historia, primero habrá que ponernos nosotros con el pecho abierto a las balas o a las piedras, vengan de donde vengan. Ser radicales en nuestras decisiones cotidianas, para enviar a nuestros representantes a tomar opciones valientes. Solo entonces tendremos gobiernos que se atrevan a innovar y a arriesgar en favor de los excluidos  solo así la iglesia pasará de las cartas pastorales al servicio de la justicia.

De eso me acordé cuando murió Pierre Dubois. Que somos nosotros los que tenemos que ser héroes, no otros.

Y si somos hartos, este país será una fiesta.

 

 

 

Original: El Dínamo. 9 de octubre, 2012. http://www.eldinamo.cl/blog/heroismo/