Para mí una de las cosas que hizo cambiar la tele de la última década es la aparición de una masa crítica de periodistas opinadores que antes estuvo apenas reservada para unos pocos valientes, que se atrevían a hacer en pantalla análisis semejantes a los que se permitían en medios escritos. Vencieron el temor a la impopularidad de sus posiciones o a las fluctuaciones del rating, aparentemente eterno enemigo de la densidad. Incluso los noticiarios centrales empezaron a ser un espacio donde el público prefirió ver a periodistas que hacían juicios subjetivos y discutían a sus entrevistados, en vez de limitarse a leer las noticias y las pautas de preguntas. En ese contexto, hace 12 años vimos -con mis padres y hermanos- con muy buenos ojos la aparición de Tolerancia Cero los domingos en la mañana, como un espacio de discusión abierta, sin pretensiones de ser expertos en ninguna de las materias, sino conversadores bien informados que ponían sobre la mesa la diversidad de opiniones que se presentaban en la realidad. En ese sentido, era un interesante ring y un reservorio de posiciones con los que uno más o menos se podía sentir representado. Y aunque ya Fernando Villegas me crispaba los nervios con sus intervenciones extremistas, caricaturescas e interminables, el saldo era positivo. Volvíamos cada domingo.

Por ese origen de representantes de la opinión bien informada es que no entiendo como llegamos a ser testigos de este circo pretencioso en que domingo a domingo, ahora en horario prime, los panelistas se soban el intelecto como si los más. Escasamente comprometidos con alguna causa peculiar que no sea la de su propio ego, ahora las intervenciones de todos son francamente interminables. Parecen empeñados en mostrar que son más inteligentes, mejor informados o más expertos que sus entrevistados. No veo para qué los invitan entonces.

Puedo dar unos pocos y muy recientes ejemplos para ilustrar mi punto. En medio del silencio de la iglesia por el caso Zamudio y otros motivos de discriminación, se invita a Pedro Labrín sj, quien entre otros trabaja pastoralmente y como acompañante de comunidades y cristianos homosexuales. Finalmente, buena parte del programa consistió en preguntarle inquisidoramente si la sexualidad homosexual es pecado o no, y cuando este lo pone en términos de discernimiento moral, se le apura: “es o no es pecado”. O se invita al abogado Jorge Reyes, autor de desafortunados comentarios discriminatorios y expertísimo defensor  de causas conservadoras, que podría haber explicado las discrepancias y temores que el mundo conservador tiene respecto del proyecto de ley anti-discriminación; y en vez de debatir sobre el fondo, Paulsen se enfrasca en una disputa de “el-proyecto-dice-esto/no-el-proyecto-no-dice-eso”. Invitan al diputado Fidel Espinoza, que se mandó 3 ó 4 denuncias gravísimas y se pone a explicar cómo se administran las lucas en el congreso; pero no, todos los panelistas lo corrigen porque supuestamente lo saben mejor que él. Invitan a Juan Pablo Hermosilla, profesor de derecho penal que explica por qué sería pertinente despenalizar el consumo de drogas, y Bofill preocupado de si la primera conferencia al respecto fue el año ’61 o el ’71, ¡tratando de ganarle al experto que te está diciendo que fue el ’61, weón, oh! El otro día llegué a tener pesadillas con una frase de Paulsen a Reyes: “ah, o sea usted dijo lo que dice que dijo y somos todos nosotros tontos”. No sé si me explico.

Si se van a sentar ahí ustedes cuatro señores, que son tres periodistas y un dueño de casa, a pretender que son más inteligentes que cualquier invitado (y por supuesto, más brillantes que cualquier telespectador), más informados y más expertos, y se van a escuchar hablar a sí mismos con esa campante pedantería y a sobarse el ego, ¿por qué tendría yo que mirar su programa?, ¿por qué alguien querría auspiciarlos?, ¿por qué se imaginan que alguien los va a tomar en cuenta? Lo que yo veo es una exhibición de egolatría intolerante y ambigüedad de opinión que se vuelve paradójicamente muy difícil de tolerar. En ese sentido, el nombre del programa es un acierto del equipo de prensa, acaso el único acierto de este año.