Comentario para el ciclo de cine y espiritualidad: “el lenguaje de Dios en medio de la crisis”.
Película: “The visitor” (2007)

1. La palabra “crisis”, incluso en su sonoridad, nos evoca una quebrazón. Un “hacerse trizas” de algo con cierto dramatismo y sorpresa, un conflicto que estalla insoportable; una tensión que “corta las huinchas”, que “no da para más”.

2. Pero cuando uno mira la historia de las propias crisis, constata al poco hurgar que “las cosas se quiebran desde antes / de que en verdad se quiebren y se abran”. La crisis crece en la trizadura, no es sorpresa, o lo es apenas para el relato presente. La mayoría de las crisis son ya en su germen una débil incomodidad, una pérdida difusa del sentido, y carecen del dramatismo que estábamos esperando, carecen de la espectacularidad de los ventanales al quebrarse.

3. ¿Y qué hace usté con la rotura? No la exhibe, ni siquiera ante sí mismo. La padece, por cierto, pero no la conoce, ni la mira, y por supuesto NO la acepta. Por éso, solo la experimenta cuando se quiebra el dique y se sale el río para barrer con mucho. Ahora quizás exhibe cierto dramatismo, pero para entonces puede haber pasado mucho tiempo y el daño puede ser hondo.

4. O peor, a veces nos acostumbramos al suave malestar del sin-sentido que va ganando terreno, que se instala como una angustia, como una pena, como una abulia. Se mezcla y se confunde la rotura entre las rayas de la superficie de nuestra vida, vamos quedando incapaces de distinguir qué es raya y qué es trizadura. Tensos y precarios entre la impresión de que no hay nada a punto de romperse, en un equilibrio suficiente, y por otro lado la angustia de un inconformismo radical que parece integrado a la vida: “sonámbulo”, decía la sinopsis de la película, entre la realidad y la ficción del sueño, de esos que se sueñan en piloto automático.

5. Fingir. Hacer como que las cosas fueran VERDADERAMENTE como parece que son, como venían siendo antes, como deberían ser. Fingir que no hay trizadura en el tazón y atribuir la lenta fuga de café al misterio de la vida, a la rutina, a la circunstancia.

6. Impresiona cómo esta dinámica que cada uno puede rastrear al interior de su propia vida se replica más grande, a otras escalas: cuántas veces no experimentamos el lento fracturarse de las relaciones, de los afectos, de las vocaciones. Cuántas veces no nos hemos ido conformando (adquiriendo realmente la forma) con la dinámica familiar que tenemos, dispersa, poco fluída, porque “el ritmo de la vida de hoy en día” no nos permite aspirar a más.

7. A otra escala tenemos el país que tenemos y punto. Las cosas ya son así, están instaladas, “las estructuras no se pueden cambiar”, el sistema de salud, de previsión, los modos de medir y de combatir la pobreza: así es como se hace, y no es bueno, pero es lo mejorcito que tenemos.

8. El país, la familia y a veces usté mismo FINGE que enseña en una universidad, FINGE que escribe un libro. Finge vivir una vida que hace tiempo dejó de ser suya. Y a veces no, a veces tiene suerte y la vida se revela plena de sentido, pero es eso BUENA SUERTE; no digamos que se está precisamente atento y vigilante. Puede que ahora estemos impecables, sin trizaduras, qué bueno: pero, y cuando las haya ¿qué?

9. ¿Y cuál es la palabra de Dios, la mirada de Dios, el código, la clave de lectura?, ¿cómo hallar UNA clave, UN lenguaje si nuestras crisis son tan únicas, tan sutiles, tan propias?, ¿qué puede decir Dios frente a la diversidad que sea valioso -digno de Dios- para todos nosotros?

10. Y aquí me acuerdo de un verso de Benjamín Gonzalez-Buelta sj: “El mismo sol / hace a las hojas verdes / y pinta las rosas de rojo, / alisa la corteza del álamo / y arruga la del roble (…) El mismo sol alegra el ojo simple del bueno / y amedrenta con su luz al taimado (…) Y RECREA a cada uno / para que sea ÉL MISMO, / único entre la multitud: / el MISMO sol nos hace a cada uno diferentes”.

11. El lenguaje de Dios en estas crisis sutiles y diversas, en estos espacios infinitamente personales es un soplo de AUTENTICIDAD. Recuperación y valoración de lo “auto”: lo propio. Auténticos, necesitados de hurgar para hallar de nuevo lo verdaderamente propio, lo verdadero que hay en nosotros.

12. La palabra de Dios en la crisis del fingimiento es una palabra de verdad sobre nosotros mismos, un reflejo poderoso de los deseos más hondos. Y habrá de valerse no de situaciones extraordinarias, sino de lo MISMO, del mismo sol, de lo cotidiano: ¿cómo podríamos revalorar lo propio, lo auténtico en nosotros sino RESIGNIFICANDO LA MISMA VIDA QUE TENEMOS? Es decir, tras la rutina fingida del piano hay un verdadero deseo de piano, de música, de ritmo: Dios se vale de lo mismo de siempre, de la misma vida mía, para mostrar lo auténtico que hay en ella. De Él se dice “que hace nuevas todas las cosas”.

13. Tras el fingimiento trizado de las clases de globalización y los libros de la economía del tercer mundo HAY UN AUTÉNTICO DESEO DE JUSTICIA, tras el piano hay un DJEMBE, tras su viudez sonámbula hay DESEO DE AMAR Y SER AMADO. ¿Qué hay detrás de NUESTRAS trizaduras y de nuestros fingimientos?, ¿qué hay detrás de los conformismos de nuestro país, de la noción de que “así es la cosa”?. ¿Qué de lo que hay YA en nuestra vida, nos salvará la vida… nos hará resignificar las trizaduras, botar la piel de culebra para lucir una nueva tanto o más propia que la anterior?, ¿qué salvará a nuestro país de conformarse a la medida de sus ficciones?

14. Si me preguntan a mí, que de algún modo lo hicieron al invitarme, el lenguaje de Dios en el tipo peculiar de crisis que plantea esta película me remite a Juan 8, 32: La VERDAD es lo que los hará libres. Y la verdad no está “allá afuera” como dicen en los Expedientes X… no sé si los han visto. La verdad es nuestra experiencia auténtica de la vida, “dentro de ti plantaré mi ley”.

15. Y una última cosa para terminar, y que mirando hacia atrás acaso re-signifique todo lo que he comentado hasta acá y lo haga también nuevo: la autenticidad en particular, y la verdad en general, solamente puede ser desplegada en frente de otro que mira y constata, que pone su mirada sobre lo mío y su mirada tiene un efecto y devela y desnuda… y hace de una ficción una mentira evidente, y de una trizadura lo mismo una ruidosa quebrazón o una cicatriz que se sana. También la autenticidad surge de lo comunitario, y hay en ello una invitación a afrontar esto juntos, y como en la última escena, hacernos también cargo de la vocación y de los sueños del otro, como NUESTROS que son. Tocar djembe en lugar del otro para cumplir el sueño en común, y tocar y tocar en la estación de metro de Broadway con Lafayette.