Venga a nosotros Tu Reino. No el régimen en que seamos idénticos, ni donde el poder esté concentrado totalitariamente, ni donde la libertad esté tan distribuida individualmente que se atomice la comunidad. No el reino de los seres perfectos, bellos y buenos; sino el Reino de Dios en que nuestra diversidad, nuestra torpeza, nuestro dolor y hasta nuestros delitos son acompañados por un Dios bueno y justo.

Durante el día de hoy muchos jóvenes consagrados en la vida religiosa o laicos hemos acompañado en oración y ayuno a nuestros hermanos mapuche que sostienen una huelga de hambre. Experimentamos con ellos una fracción pequeñísima del hambre y sed de un pueblo pobre y empeñado en mantener la huelga, porque su hambre y sed es también de justicia: no de regalos ni de impunidad, sino de debido proceso, de leyes que no faciliten la discriminación, de diálogo con garantías. Anoche hubo una oración cantada en la Iglesia de San Francisco y esta mañana una misa (homilía del provincial de la Compañía de Jesús, aquí) y se coordinan noticias y oración bajo la premisa “Paremos este Via Crucis“.

Rezamos y ayunamos para sentir en el propio cuerpo el hambre y sed que experimentamos en el cuerpo colectivo de la comunidad, por apoyar y acompañar el hambre del pueblo mapuche aunque sea por un día, para hacerlo presente a toda hora en medio de las tareas cotidianas. Ayunamos y somos un solo cuerpo pidiendo que se establezca una mesa de diálogo y las garantías de que los presos mapuche serán juzgados como cualquier chileno. No por leyes de subjetividad terrorista o bajo supuestos de militarización, sino por los delitos que en medio del devenir doloroso de su historia de marginación han cometido.

Rezamos para que venga a nosotros el Reino, o el Ngenechen-ngen, como quiera llamarlo. Mire que es el mismo.