El viernes pasado nos reunimos para hablar de la tensión entre ciencia y fe, luego de ver con un grupo de unas 20 personas la enormísima película “The Fountain” de Darren Aronofsky.

Resumo aquí algunos puntos centrales que surgieron en la conversación:

1. La tensión de la que hablamos cuando apuntamos un tironeo entre ciencia y fe es el que experimento yo mismo, científico y católico, cuando la gente pregunta (como lo han hecho innumerables veces) “¿cómo es posible?”, “¿cómo haces para que sean compatibles?”, “¿a qué renuncias en cada una?”. Y aunque NUNCA he experimentado por mí mismo un espacio en que me sienta tironeado, de algún modo comprendo lo que la gente supone al formular esas preguntas.

2. Aparentemente Ciencia y Fe se arrogan acceso a una verdad mutuamente excluyente, o al menos eso percibe el ciudadano de a pie. Y claro, no es raro hallar místicos a ultranza que ven en la ciencia una disciplina peligrosa que por insistir en poner a prueba las hipótesis que sostienen la fe, termine por destruir, confundir o manipular su estructura de creencias. Por otro lado no escasean escépticos incontestables, dispuestos a negar sistemáticamente todo aquello que no hayan podido poner a prueba. Peor, probablemente nosotros mismos oscilamos entre estados de temerosa fe irracional y accesos de escepticismo reduccionista.

3. Pero he aquí que el que habita estos dos mundos u otras modalidades de acceso a la verdad se pregunta si es posible que surjan desde dos fecundas y legítimas aproximaciones DOS verdades oponibles. Frente a la pregunta por la esencia de la verdad (MH, ¿qué tiene en común aquello que designamos por “verdad”, independiente de “lo-que-sea”?) habría que decir que la verdad es en primer lugar “conformidad”, en términos de que designamos por “verdadero” aquello donde el enunciado y la-cosa-enunciada coinciden. Por lo tanto, surge como intuición muy clara que si es cierto que existe la verdad sobre determinado enunciado entonces esa verdad es UNA. O lo que es lo mismo, si existen varias aproximaciones plausibles y legítimas a la verdad, esas aproximaciones deberían desembocar básicamente en los mismos enunciados. O infinitamente más fácil, lo que hace a algo “verdad” es fundamentalmente que sea UNA y pueda ser confirmada sin importar el modo de acceso.

4. Y esta reconciliación lógica es de algún modo un alivio. Sitúo aquí mis coordenadas: Si creo que lo que Dios revela al hombre es verdad y al mismo tiempo insisto en buscar la verdad mediante el modo peculiar de la ciencia experimental, entonces debo estar abierto a revisar y refundar hasta los más hondos preceptos y supuestos de ambas aproximaciones. Elegir esta “doble militancia” no solamente produce una tensión que amenaza rajar la verdad misma, por el contrario, es declaración de libertad en el sentido de que sea la verdad la que hable, “dejar a la cosa mostrarse”, decía MH.

5. Otra cosa es con guitarra. Aproximarse teóricamente al problema abre rumbos de libertad, pero frente a algunos problemas, en efecto pareciese que ciencia y fe tienen palabras distintas. A propos de la peli que vimos, habría que decir que la vida y la muerte son uno de esos ámbitos: origen de la vida, dignidad de la vida, búsqueda/postergación de la muerte, manipulabilidad de la vida/muerte propia o de otros, ética para conducirla. Ciencia y fe parecen tener palabras distintas frente a estos temas, quizás verdades en desarrollo que por ahora no ven su superposición, verdades a medias donde aún no se nota el perfecto calce que en teoría habrá de darse tarde o temprano. ¿Cómo componer el escenario y situarse?, ¿cómo hallar el límite sin ceder a la tentación de preguntar arbitrariamente unas cosas a la ciencia y otras a la fe?, ¿cómo hacer compatibles los accesos a una realidad que es UNA si aún no visualizo CÓMO ES?

6. Yo le encuentro algo de artificial a la pregunta, porque todo el rato pareciera que por hablar de que la verdad es UNA, fuera evidente que está AFUERA, cuestión que no tenemos en absoluto por segura. Intuyo que resulta simplista asumir que si el acceso a la verdad es PROGRESIVO es necesariamente INCOMPLETO y DESINTEGRADO. Me explico con una metáfora: Como en la luna no hay atmósfera que refleje la luz, cuando no llega el sol no se ve nada, es negro; de manera que cuando amanece, la superficie de la luna comienza a aparecer paulatinamente, y uno no tiene una noción integrada de su apariencia sino hasta que el último rincón ha sido iluminado. En la Tierra en cambio, incluso en la noche hay suficiente luz reflejada en la atmósfera como para que nos hagamos una idea general de la superficie carente de detalles y colores. Al amanecer, comienzan a emerger ante nuestra percepción detalles que complementan y profundizan la visión general que ya tenemos.

7. Nuestro modo de acceso a la verdad y la intuición misma de que existe “la verdad” supone que tenemos una imagen integrada y general: una “pre-comprensión”. Una imagen carente de detalles que se profundiza progresivamente, incompleta, sí; pero integrada. Entonces la pregunta no es “cómo situarse frente a la verdad desconocida” sino “cómo integrar en cada elección las capas conocidas de la verdad”. Y es en este punto en que mi intuición sistémica ofrece como clave el SENTIDO.

8. El límite de un sistema es el “sentido”, y esto es particularmente importante si se tiene en cuenta la actitud de radical libertad para dejar que “la cosa se muestre”. La dirección en que la libertad humana se despliega es lo que podríamos llamar una “gradiente de sentido”. En la peli de la que hablamos, todos los personajes, místicos y escépticos, van adhiriendo a la noción de que “la muerte es la ruta hacia el asombro”, concurriendo a un horizonte de sentido.

9. Libertad y sentido son dos aspectos inseparables de la búsqueda de la verdad. Dichos conceptos emergen en la reflexión solamente si se ha experimentado la tensión de saber que hay más de un acceso a la verdad, que mi posición por radical que sea no me garantiza estar en lo cierto, ni llegar antes, ni dar con lo importante. Lo mejor es que nuestra propia fe lo anuncia: “si viven como les indico conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Que nadie diga que los católicos nos arrogamos exclusividad ni que nuestra moral es totalitaria, al centro está la confianza en la verdad que libera.

Cuanto antes mostremos esta apertura, mejor.

Off topic:
1. También hablamos de la muerte y de la experiencia concreta de lo que llamamos el “cordelito”.
2. La iconografía cristológica de la película, su música notable y su reflexión sobre la libertad y la finitud también la podemos dejar para otro día.