Confunden los temblores de la tierra
con la precariedad de nuestra vida,
y no hacen más que desnudar la herida
de la desigualdad y la violencia.
Pero está escrito a fuego en nuestra herencia
que no renunciaría la esperanza,
porque si el pan que tienes no te alcanza,
o estás solo, a oscuras y en silencio,
yo te compartiré de lo que tengo,
en mi casa la mesa será ancha.

Nos hace falta saber bien que es cierto
que estaremos andando el mismo rumbo,
que nos levantaremos siempre juntos,
que son nuestros los vivos y los muertos;
el dolor de tus hijos es TAN NUESTRO
que queremos correr a rescatarlos,
que queremos decirles entre llantos
vengan a refugiarse en nuestras casas,
y si hay un enemigo que amenaza,
lo enfrentaremos juntos y contentos.