La realidad conspira.
Anoche toqué en la casa en el aire y fue especialmente bueno,
el sonido estaba bien y una muchachita-de-cumpleaños, a la que desconozco y agradezco, me regaló un disco de Aute (más una carta explicativa, una huevá muy linda sobre la belleza)
Toqué varias de mis canciones y sentí que más de alguien oyó la letra y se injertó un pedazo de mi vida en el hipocampo.

Hoy tomé el artes y letras, y hablé sobre libros, y me abofeteó la sensación de que el arte se mete intensamente en todos los espacios de mi vida que logra conquistar.
También la sensación (la puta sensación) de que la única (puta) manera de sensar y empujar el límite de contacto entre mi cerebro y la realidad es intervenirla con mis sonidos, con imágenes y con todas estas (y otras tantas que no tengo) palabras.

Estoy cagado, si sigo así el arte me devora.
Por la cresta Buonarroti,
dame un consejo.