Si un tumor es onCológico. Entonces lo que yo tengo es un cumor.
El caso es que tengo mareado el ser por el entredeux de los modos de vivir, mareado así como con esas figuritas imposibles, que parecen reales pero que no se pueden fabricar de verdad.

Una mujer escribe de su domingo soleado y lleno de sandía y piscina. Yo le digo que tuve calor pero que estuvo húmedo y lleno de nubes, gris: horroroso. Ella me dice que su domingo soleado, lleno de sandía y piscina, estuvo lleno de angustia. Diablos, pienso yo, al menos el mío fue solo en una dirección: hacia abajo. El de ella estuvo bien y mal, al mismo tiempo. Me ganó, la contradicción es lo peor.

Vengo pensando hace tiempo en esto, en lo que la mitad de mí quiere hacer y la otra mitad se niega. En las señales contradictorias que doy, cuando digo que quiero detenerme, dejar de hacer algo, pero propicio ocasiones para seguirlo haciendo. Recuerdo escenas en que una rubia me pregunta qué hacer con todo esto y yo le digo que dejarlo hasta aquí nomás, ya basta de hacer tonteras, pero abrazarla y saber que no se puede renunciar tan fácil, que una tensión rasga la piel. Y la rubia es un símbolo de algo que sucede y sucede sin parar, aunque haya sido hace tantos años y yo sea ahora otro, con contradicciones distintas y quizás menos fatales. Sigo dando señales contradictorias y como no me basta con mi mareo y mi dolor de cabeza, contagio de mareos y neurosis a otros, y a todas las cosas.

Quisiera al menos ser una contradicción esencial, como un oximoron, un cartel que diga, “no lea este cartel”. Pero no, soy multitud de carteles con instrucciones encontradas indicando a ninguna parte. Quisiera ser como cuando tenía 19 años y después de un encuentro un poco confuso con una hermosa mujer de 26 (que el año pasado se casó, canté en su matrimonio) supe que tenía que darle una señal clara de que lo nuestro no podía seguir. La invité al mismo cine, después a la misma cerveza, pero me mantuve a un metro de distancia y cachó la señal. Después fui consistente, nunca más pasó nada entre nosotros. Ahora digo una cosa y hago otra, me mareo, me doy vértigo. Me duele la cabeza y me arde el cardias de pensar que la manera de eliminar las contradicciones es reconocer lo que no es, lo que pudiendo ser no es, lo que uno ha elegido para que no sea, que ha dejado atrás. Reconocer que uno vive la vida que eligió vivir y no las otras que dejó atrás. Que “lo que pudo haber sido” no existe.

Si no se queda atrás, lejos,
o cerca,
supongamos que cerca,
pero atrás.

Si esa “otra” realidad ausente
no
muere,

y se hace señales de tránsito.
El mareo, la migraña,
será infinito.

Vea como este dolor del mareo por contradicción puede ser un tumor en la vida. Las dos cosas están íntimamente relacionadas. Bertoni dice: “george gershwin murió a los 34/ migrañas, mareos, tumor”

O quizás cumor.
¿Qué pasa?