No podía pasar mucho tiempo para que también la música se metiera en todo esto.

Hace un par de días, a propósito de las aniquilaciones comenté esto de signos que no entiendo, sonidos que evocan algo que llevamos tanto tiempo sin oír.

Y como llevo tatuado el ruido de tu mano y llevo marcado el número de veces en que te he buscado, bajo el mantel,
detrás de las cortinas,
en mis ojos cerrados.
En el borde.
Entonces uno no puede quedarse así nomás, tiene que preguntarte insistentemente qué cresta hacer con esto, dónde buscarte, cuál es tu límite.
Al menos cual es tu nombre,
o el nombre de tu nombre.


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